Al costado de la Plaza de Armas se erigió el primer espacio público de la villa de San Cristóbal de La Habana, en tempranas calendas del siglo XVI. Allí los habitantes instalaron sus primeras casas. El guano y la madera de los asentamientos originales evolucionó a lo largo de dos siglos a materiales más resistentes y de mayor pericia técnica y acabado artístico.
Tal fue la propulsión de la bahía habanera como puerto regio que, al crecer en pobladores e importancia económica y política de la corona española, para el siglo XVIII, a pocos metros de la dársena confluyeron los poderes religioso, político y militar en ese mismo espacio, renaciendo como centro cívico gracias al proyecto del Marqués de la Torre que instauró en la plaza a los palacios del Segundo Cabo y de los Capitanes Generales.
No obstante, todo comenzó en la Ceiba, o así consta en los documentos que registran la fundación de la villa. Aún se conserva un árbol de la misma especie en el punto que se presume epicentro del comienzo de la ciudad, solo que se halla resguardado por muros de piedra y detalles de hierro trabajados con destreza, y conectado a un panteón neoclásico en el fondo.
El Templete, no solo figura del habla jocosa en el paladar lexical habanero, destaca más por ser el edificio de modestas dimensiones que engalana la Plaza de Armas por contraste con sus más fastuosos y grandes vecinos.
Su construcción comenzó en 1827 gracias a la iniciativa del capitán general Francisco Dionisio Vives y Planes. El monumento se erigió en el sitio donde se habría celebrado la primera misa y el primer cabildo de la villa San Cristóbal de La Habana hace más de cinco siglos.
El estilo neoclásico recuerda a los antiguos templos griegos, con sus columnas dóricas, frisos ornamentados y suelo de mármol blanco. El interior alberga un busto de Cristóbal Colón y tres cuadros de Jean Baptiste Vermay (1786-18833), pintor francés y fundador de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, cuyos frescos representan los sucesos del punto de la Ceiba y la inauguración del mismo. Justo allí, también, descansan los restos del artista y su esposa.
Fue en 19 de marzo de 1828 cuando quedó completa la obra que hoy simboliza los orígenes de la capital de todos los cubanos y que, además, encarna la esencia criolla de los mismos, conservando la robusta y legendaria ceiba en armoniosa complicidad con el inmueble de rasgos europeos y combinaciones de filigranas estéticas más propios ya del corazón cubano. En este, el 196 aniversario de la construcción de El Templete se le rinde homenaje no circulando la ceiba como es costumbre para los locales hacer los 16 de noviembre –fecha fundacional de la ciudad– ni las veladas de fin de año, pero sí destacando su valor artístico y patrimonial, uno que capta el alma de la siempre fiel villa de San Cristóbal de La Habana.