En 1995 la Oficina del Historiador de La Habana consolidó un paso más en la salvaguarda del patrimonio cubano. Fue con la apertura de Agencia de Viajes San Cristóbal que, Eusebio Leal Spengler, a la vanguardia de la génesis del organismo, así concretaba la máxima de que fuera viable que los valores histórico culturales de una nación propiciaran una vía para su autosustentabilidad.

En otras palabras, mediante la puesta en marcha de un receptivo turístico así, el patrimonio aseguraba un canal de ingresos para revertir en su desarrollo y conservación. Esa es la misión que continúa impulsando a sus trabajadores y que sustenta el enfoque detrás de los programas concebidos dentro de la agencia, combinando el ocio con las riquezas del legado espiritual y material que ofrecen Cuba y su gente.

En estos 29 años de operación, con mareas altas y bajas, escenarios imprevisibles y ritmos convulsos, no solo permanece como prioridad la cuestión del equilibrio entre la responsabilidad social y el rol de motor económico, sino que ha adquirido mayor relevancia la necesidad de integrar a la adaptación a nuevos mecanismos de gestión y flujos de mercado el asunto de mantener la herencia del trabajo de Leal y la calidad en el servicio y la preparación que otorgan un sello distintivo al trabajo que se realiza, pues no hay recurso más duradero que la autenticidad y el trato humano si de hermanar corazón y mente se trata.

Dado que arduo y largo es el camino en obras de alta complejidad y ambición, es pertinente que este texto sea dulce y breve, como una taza de café cubano jubiloso de miel, tanto igual de potente para alentar y agradecer a quienes han pertenecido al equipo de trabajo de San Cristóbal en los 29 años de actividad.

Para ellos, para sus clientes y socios, para todos los viajeros que con gratitud reciben el favor del santo patrón de la villa habanera a la cual hace gala el nombre de esta comunidad, las felicitaciones erran como formalismo y alarde de exigua reciprocidad por todo cuanto estos seres transmiten. No obstante, complace enormemente acreditar la certeza de que, con cada primavera marcada, su labor pasa a formar parte de ese legado ininterrumpido en cada ciudad patrimonio–uno que brota donde quiera que el calor y el cariño sirven de abono.

¡Felicidades!